Descompte:
-5%Abans:
Després:
10,93 €?Un dÃa, entre los libros que mi madre tomaba prestados de la biblioteca, vi uno titulado Kandinsky y yo, una biografÃa del pintor escrita por su viuda, en la que se cuenta una anécdota muy bonita. Al parecer, en la Rusia de los zares, las chicas jóvenes, siguiendo una antigua tradición, salÃan de casa la noche de fin de año y abordaban al primer hombre que se encontraban en la calle para preguntarle cómo se llamaba, puesto que existÃa la creencia de que se casarÃan con alguien del mismo nombre [?]Cuando leà la anécdota, estábamos ya a primeros de diciembre y, no sé por qué, chaladuras que le dan a una, se me metió en la cabeza que lo que valÃa en Rusia no tenÃa por qué no funcionar aquÃ, de manera que me propuse hacer la prueba.Recuerdo que se me hicieron muy largos los dÃas esperando a que llegara la Nochevieja. A mÃ, como nombre, me gustaba Aitor [?] Bueno, fantaseaba con que un dÃa, en un baile o, qué sé yo, en una exposición de pintura, porque voy a bastantes, me encontraba con un chico guapo y sensible y agradable, agradable sobre todo, que se me presentaba diciendo: ?me llamo Aitor?.